La pandemia por el virus SARS-CoV-2 se ha constituido en un desafío para los sistemas de salud del mundo, México no es la excepción. Por ejemplo, durante estas últimos semanas un grupo importante de hospitales públicos y privados en nuestro país han experimentado un proceso de “reconversión“ que les ha permitido atender a los enfermos que se presentan con manifestaciones moderadas y graves de la enfermedad.
Como parte de la respuesta integral a la pandemia, el Gobierno Federal a través de la Secretaría de Salud implementó la “Jornada Nacional de Sana Distancia” con cuatro ejes de acción: 1) Medidas Básicas de Prevención. 2) Suspensión Temporal de Actividades No Esenciales. 3) Reprogramación de Eventos de Concentración Masiva. 4) Protección y Cuidado de las Personas Adultas Mayores y una recomendación sustantiva “Quédate en Casa”, que tiene como objetivo reducir la probabilidad de contagio. Sin embargo, estas medidas tienen implicaciones individuales y sociales importantes.
Sabemos que las epidemias incrementan el riesgo de problemas de salud mental a causa del aislamiento, la restricción de movilidad y la disminución en el contacto físico directo. Las personas que pasan tiempo en aislamiento pueden mostrar síntomas de depresión y manifestaciones relacionadas con estrés postraumático hasta 3 años después (Brooks et al, 2020).
La separación de nuestros seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el comportamiento de la epidemia y los riesgos de contagio, así como el aburrimiento pueden causar efectos psicológicos adversos, conductas de evitación, de confusión, de frustración y de enojo. Algunos investigadores han sugerido que a mayor duración de la cuarentena, los efectos negativos en la salud mental pueden ser duraderos. (Brooks, 2020)
La Pandemia por SARS-Cov-2, no sólo es un problema de salud que afecta la expectativa y calidad de vida de las personas en forma individual, también es un problema social. El estigma, la xenofobia, la histeria colectiva y el pánico son algunas expresiones de esta problemática.
En este contexto, el personal de salud y particularmente los psiquiatras pueden desempeñar un papel fundamental en el bienestar de enfermos y sus familias, el del personal de salud y del público en general. De hecho, están en una posición única para ofrecer una perspectiva equilibrada para mejorar el conocimiento, la actitud y las prácticas sobre la enfermedad, así como para abordar la ansiedad y la aprensión generalizada que existe en este momento. (Wu 2009)
La Secretaria de Salud Federal reconoció la importancia del componente mental en el abordaje de la pandemia por SARS CoV-2 y para ello elaboró los “Lineamientos de Respuesta y Acción en Salud Mental y Adicciones para el apoyo Psicosocial durante la Pandemia por COVID 19 en México,” que tienen como objetivo apoyar a los servicios de salud federal, estatales y municipales en acciones sistematizadas para el cuidado de la salud mental. Los lineamientos cuentan con cinco modalidades de atención y están dirigidos a grupos prioritarios entre las que se encuentra, la población general, personas con COVID-19 que están en aislamiento domiciliario y/o en un medio hospitalario, familiares y/o cuidadores de personas con COVID-19 y personal de salud y primeros respondientes durante la emergencia.
Una pregunta surge al revisar estos lineamientos ¿Quién y en dónde se proporcionarán estos cuidados? Los diagnósticos sobre el estado que guarda la infraestructura y los recursos humanos de los servicios de salud mental en el país, son muy escasos. Heinze, en 2016 publicó un artículo en el que evaluó el número de psiquiátricas en México identificando un total 4393, con una tasa de 3.68 psiquiatras por 100,00. Del total, casi la mitad (1845) ejercen en la Ciudad de México. Nueve estados de la República Mexicana (Tlaxcala, Zacatecas, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Veracruz, Estado de México, Quintana Roo y Oaxaca) donde habitan un tercio de la población del país presentan una tasa de apenas 0.94 por 100,00. Estas diferencias denotan una marcada desigualdad en la distribución geográfica de los médicos psiquiatras y plantea restricciones estructurales para acceder a un tratamiento especializado. En este contexto y ante estas restricciones, la totalidad de los estados deberán implementar estos lineamientos a favor de salud mental de sus poblaciones
Este panorama es común en muchos países, por la que la Organización Mundial de la Salud en su “Plan de Acción sobre Salud Mental 2013-2020” propuso dentro de las acciones eficaces para lograr el objetivo de ”Reforzar un liderazgo y una gobernanza eficaces en el ámbito de la salud mental”, entrenar y capacitar al personal de atención primaria en aspectos de salud mental.
Es indispensable por ello sumar esfuerzos y consolidar el día de hoy, la formación en salud mental del personal médico, de enfermería y de psicología que labora en la atención primaria. Si no lo hacemos enfrentaremos en los próximos años una mayor carga de enfermedad por trastornos mentales en perjuicio de nuestras familias, comunidades y nación.
Bibliografia
Brooks, S.K., Webster, R.K., Smith, L.E., Brooks Woodland, L., Wessely, S., Greenberg, N.and Rubin, G.J., 2020. The psychological impact of quarantine and how to reduce it:
rapid review of the evidence. The Lancet. 395, 912-20.
Wu, P., Fang, Y., Guan, Z., Fan, B., Kong, J., Yao, Z., Liu, X., Fuller, C.J., Susser, E., Lu, J., Hoven, C.W., 2009. The psychological impact of the SARS epidemic on hospital employees in China: exposure, risk perception, and altruistic acceptance of risk. Can. J. Psychiatry 54 (5), 302–311.
Heinze G, Chapa G. del Carmen, Carmona H.J. 2016. Los especialistas en Psiquiatria en México; año 2016. Salud Mental 39(2), 69-76