La glucosa es un carbohidrato combustible para el cerebro, el músculo y prácticamente para todas las células del organismo. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomiendan que los carbohidratos aporten entre el 55 al 75% de la energía diaria, debiéndose consumir idealmente sólo la energía que nuestro cuerpo gasta diariamente. Sin embargo, la accesibilidad de alimentos ricos en azúcares y harinas con alta densidad calórica, aunado a la baja actividad física de la población mexicana ha generado Sobrepeso-Obesidad en el 73% de la población adulta, circunstancia que reducirá la esperanza de vida en nuestro país en más de cuatro años durante los próximos 30 años.
El Sobrepeso-Obesidad se ha constituido en un problema de salud pública al favorecer el desarrollo de diabetes tipo II e hipertensión arterial. Ante la pandemia por SARS-CoV-2, las evidencias científicas establecen que la obesidad contribuye al aumento del riesgo y aun peor pronóstico de la enfermedad con altas tasas de mortalidad.
En el tratamiento de este problema de salud pública, uno de las esquemas de manejo más utilizados son las dietas hipocalóricas, donde el aporte energético es menor al requerido, pero con un balance de macronutrimentos acorde a las recomendaciones de la FAO/OMS.
En busca de estrategias rápidas para la pérdida de peso, en los años 70s surgieron otras estructuras dietéticas como lo fue la “dieta cetogénica” o “dieta Keto”, propuesta por el Dr Robert Atkins, donde los Carbohidratos aportan menos del 20% de las calorías de la dieta. Esta estrategia tuvo mucho éxito dado el gran número de pacientes que tuvieron una rápida pérdida de peso.
Las dietas cetogénicas promueven la pérdida de peso rápidamente, pues obligan a nuestro metabolismo a obtener energía principalmente de los lípidos, ya que en esta estrategia, los Carbohidraros al aportar menos del 20% de la energía diaria, la glucosa que requiere nuestro cerebro y músculos proviene de la biosíntesis.
Ante la restricción de glucosa en la dieta, el páncreas disminuirá la producción de Insulina e incrementará la liberación de Glucagón, hormona que promueve la utilización de los lípidos almacenados en el tejido adiposo, así como la biosíntesis de glucosa a partir de las proteínas de la dieta.
Los lípidos que han sido movilizados de las reservas del tejido adiposo llegarán al hígado donde se convertirán en Cuerpos Cetónicos, moléculas que funcionan como combustibles alternativos a la glucosa. De tal manera que modulando la ingesta de carbohidratos en la dieta se puede promover el uso de las grasas almacenadas como fuente de energía, mejorando los perfiles lipídicos y glucémicos en pacientes que ha llevado a cabo la dieta cetogénica. Sin embargo, la realización de esta estrategia deberá ser prescrita por un profesional de la salud capacitado para llevarla a cabo de manera adecuada y sin complicaciones.
Las dietas cetogénicas mal llevadas a largo plazo pueden promover el almacén de lípidos en el hígado, favoreciendo el desarrollo de esteatosis hepática. Otros efectos adversos que se presentan con las dietas cetogénicas son: deshidratación, calambres, cefalea, falta de concentración, fatiga, somnolencia, irritabilidad y en algunos casos más graves, hipoglucemia (niveles bajos de glucosa en sangre). Debido a todo esto, las dietas cetogénicas deberán ser suplementadas, indicadas, personalizadas y vigiladas por Médicos y Especialistas en Nutrición, quienes evaluarán el tipo de dietoterapia más apropiada para cada paciente.
Referencias:
Nutriología Médica. Kaufer-Horwitz M., Pérez-Lizaur A., Arroyo P, 4ª ed. Editorial Panamericana. 2015.
Encuesta Nacional de Salud MC (ENSANUT 2016).
www.who.int
Guía de Práctica Clínica para la Prevención y Tratamiento Integral del Sobrepeso y Obesidad. CENETEC. http://www.cenetec-difusion.com/CMGPC/IMSS-046-08/ER.pdf